Y
La máscara en los inicios del teatro griego era aquel elemento que transformaba al actor en personaje, desapareciendo con ella los rasgos del primero para que se dejaran ver sólo los del segundo. La máscara daba pues las características del personaje, haciendo olvidar las individualidades del actor.
Fuera del escenario empleamos en nuestras vidas un gran número de caretas para enfrentarnos a los eventos rutinarios o excepcionales que trazan nuestra historia. Pero en el justo momento en que la persona se encuentra frente a sí misma, desprovista de los roles que juega en el agitado mundo de las relaciones humanas, tiene la oportunidad de descubrir cuales de esas caretas con las que navega son fiel reflejo de ella y cuales son el parapeto tras el que se escuda para hacer frente a las responsabilidades de los compromisos adquiridos, tanto en el terreno laboral como en el político, social y emocional.
En el vasto mundo de los intercambios que realizamos día a día, es difícil saber a ciencia cierta que se esconde detrás de la máscara que lleva aquel o aquella con quien interactuamos. La verdad, la honestidad, la integridad se han eclipsado tras la facilidad del engaño. El ser humano se ha vuelto un excelente actor en el universo de la comedia diaria y en ocasiones aún aquellos a quienes consideramos amigos no se manifiestan con la apertura necesaria para que se establezca un lazo de confianza mutua.
Es un hecho innegable que la máscara protege brindando al portador el escudo que lo defiende de las agresiones a las que puede verse expuesto. La máscara se convierte entonces en el signo externo de los mecanismos de defensa que empleamos para salvaguardar el yo. Bajo estas premisas se entiende que es mucho más fácil vivir bajo una mentira que enarbolar la bandera de la autenticidad. Estamos tan acostumbrados a esta situación que la hemos convertido en el pan de todos los días y pocas veces cuestionamos si lo que brindamos a los otros y lo que estos nos ofrecen es realmente sincero. No se trata de caer en el escepticismo dudando de todo lo que nos rodee como una solución alternativa, tal vez lo que se requiere simplemente es crear lazos en donde se permita la expresión sin temor para que la persona florezca sin la necesidad de cubrirse bajo una careta.
Fuera del escenario empleamos en nuestras vidas un gran número de caretas para enfrentarnos a los eventos rutinarios o excepcionales que trazan nuestra historia. Pero en el justo momento en que la persona se encuentra frente a sí misma, desprovista de los roles que juega en el agitado mundo de las relaciones humanas, tiene la oportunidad de descubrir cuales de esas caretas con las que navega son fiel reflejo de ella y cuales son el parapeto tras el que se escuda para hacer frente a las responsabilidades de los compromisos adquiridos, tanto en el terreno laboral como en el político, social y emocional.
En el vasto mundo de los intercambios que realizamos día a día, es difícil saber a ciencia cierta que se esconde detrás de la máscara que lleva aquel o aquella con quien interactuamos. La verdad, la honestidad, la integridad se han eclipsado tras la facilidad del engaño. El ser humano se ha vuelto un excelente actor en el universo de la comedia diaria y en ocasiones aún aquellos a quienes consideramos amigos no se manifiestan con la apertura necesaria para que se establezca un lazo de confianza mutua.
Es un hecho innegable que la máscara protege brindando al portador el escudo que lo defiende de las agresiones a las que puede verse expuesto. La máscara se convierte entonces en el signo externo de los mecanismos de defensa que empleamos para salvaguardar el yo. Bajo estas premisas se entiende que es mucho más fácil vivir bajo una mentira que enarbolar la bandera de la autenticidad. Estamos tan acostumbrados a esta situación que la hemos convertido en el pan de todos los días y pocas veces cuestionamos si lo que brindamos a los otros y lo que estos nos ofrecen es realmente sincero. No se trata de caer en el escepticismo dudando de todo lo que nos rodee como una solución alternativa, tal vez lo que se requiere simplemente es crear lazos en donde se permita la expresión sin temor para que la persona florezca sin la necesidad de cubrirse bajo una careta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario