enero 23, 2005

Triste devenir

A veces pienso que no tengo nada que decir, ya que todo se ha dicho. Palabras que se repiten,sentimientos que rondan por el mundo y que se perpetuan al escribirlos han sido mil veces expuestos. Lo que pienso, lo que piensas, alguien más, mucho antes que tu y yo, lo ha pensado. Y cuestiono la altanería rebelde con la que se manifiesta aquel o aquella que cree está abriendo los ojos del mundo a un nuevo despertar.
También es cierto que el genio creador surge tras la repetición de mil cuentos que se transforman en la variación del que los narra o del que los escucha. Más el que alguien esgrima con cierta habilidad las palabras debiera convertirle en servidor , servidora, de la humanidad ya que en si lleva la promesa de un posible cambio, de una lenta pero deseada evolución que transforme desde lo profundo al ser humano. Pero el tiempo se va en encerrarse en clichés, en poses, en posturas, en modas, de las que todos de una u otra forma somos esclavos. Aún aquel o aquella que rechaza lo que otros por convicción o por falta de criterio abrazan, termina siendo parte de lo que critica al integrarse a la élite de quienes estigmatizan todo lo que emane un aroma a tradición o a tierras y culturas no propias.
Cuestiono, si, el que se blanda la palabra como espada sin que se acompañe de un congruente actuar transformador. En un mundo lleno de escepticismo solo una acción fundamentada en el Amor puede ser la respuesta. Más en lo que veo, lo que escucho, lo que leo de quienes constituyen la siguiente ola, no encuentro mucho que de esperanzas a mi sentir.

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